lunes, 31 de enero de 2011

Cosas que haré cuando me despierte

Viajar. Acabarme el desayuno.
Decirle al día todo lo que me prometí anoche, empezando por creer en mí y en mi repercusión. Buscar la magia sin caer en ningún contagio.
Darme una ducha de enaltecimiento (recordar mi juventud recorriendo mi cuerpo) debajo del grifo, empapado de retos.

Aprender claqué, salsa o tango (en ese orden de prioridad) antes de los 24. Recorrer durante un mes Madagascar. Fijarme dos horas de ensayos semanales con Padre para algún día dar un concierto tributo a los Beatles.

Mimar a mi capacidad, capacidad, capacidad de tener fuerza de voluntad. Pararme en el sol para mirar la sombra. En sueños hago lo que creo, despierto creo en lo que hago. Poner a prueba mis aspiraciones confiando en mis posibilidades.
Nada de carnavales de facetas, ni terapias de posturas. Huir de maniquíes con purpurina y de Cristianos Ronaldos. En general, de todo aquel que clasifica a las personas en jodidas categorías, palabreros sin argumento, se atragantan si les interrumpes, siempre imperativos para protegerse de los razonamientos, cerillas sin mecha que prenden sin razón, quieren sentirse elite, elite opaca que bucea entre la espuma.

Antes de salir de casa, tener la boca limpia, para que ningún resquicio de algún sabor antiguo, impida a mi paladar explorar las nuevas delicias hasta entenderlas y así disfrutarlas. Así mismito con el resto de descubrimientos, lugares, sensaciones, personas… con todo instinto, sentido o sentimiento que me brinde el camino que intento seguir. Con todo menos con la conciencia, a ella déjala que se manche, deja que sea así de descarada.

Estúpido de mi, sonreír satisfecho por llegar a la conclusión de que ahora no debo buscar sentirme realizado, sino en proyección.
Recordar los puntos cardinales, dar las gracias y levantarme de la cama.